Leire,
Yaiza y Nerea fueron al monte cercano al pueblo donde vivían para hacer fotos a
toda clase de bichos porque entre las tres hacían una colección de insectos.
Una de las fotos que les faltaba era la de una mariposa con alas de tigre
porque existían muy pocas.
Las
niñas pasaron horas buscando insectos y decidieron irse pero Nerea dijo:
-
Esperad un momento! Creo que he visto una
mariposa tigre.
-
-¿Estás segura? – Preguntó Leire. - Es casi imposible de ver.
- - Seguidme! – ordenó Nerea.
Las
niñas entusiasmadas siguieron a Nerea hasta que llegaron a una cueva. Vieron
que sí, era una mariposa tigre. La mariposa se metió en la cueva, Nerea y Leire
la siguieron pero Yaiza tenía miedo y dijo asustada:
- -
No deberíamos estar aquí, mi madre dijo que a
las siete estuviéramos en casa.
-
-¡Ven! No te preocupes, solo será un momento-
dijo Leire.
- -¡Si la hacemos una foto completaremos la parte
de las mariposas de nuestra colección! –exclamó Nerea muy contenta
-
Está bien – dijo Yaiza- pero solo un momento.
Las
tres amigas entraron en la cueva y vieron que la mariposa se dirigía hacia un túnel
oscuro y estrecho. La perdieron de vista.
Decidieron
volver a casa pero no encontraron la salida. Al fondo de un largo camino vieron
una luz y pensaron que era una salida. Pero no fue así. A pesar de todo, las
amigas atravesaron el pequeño hueco de donde venía la luz.
Vieron
algo increíble.
Parecía
que habían llegado a un mundo mágico. El lugar era luminoso, lleno de color, de
plantas y de animales. Se quedaron muy sorprendidas de lo que veían.
-¿Dónde
estamos? Preguntó Leire.
- No
lo sé –dijo Nerea-. Pero es maravilloso.
-¡Seguro
que nos hemos perdido! –exclamó Yaiza pesimista.
De
repente, una ardilla se puso a gritar.
-¡Humanos!
¡Son humanos! ¡Corred!
Pero
un oso dijo tranquilo:
-Calmaos
todos! Son solo unas niñas.
Ellas
sorprendidas preguntaron:
-¿Dónde
estamos? ¿Quiénes sois?
-¿Cómo
habéis llegado hasta aquí? – preguntó la ardilla atemorizada.
-¡Silencio!
– gruño el oso. –Estáis en el bosque encantado, pero no se lo digáis a nadie,
no deben saber que existe este lugar.
Yaiza
gritó con miedo:
-¡No
nos hagáis daño, por favor!
-¡Tranquilas!
– Dijo un conejo- Aquí estáis a salvo.
Las
niñas contaron a los animales lo que las había ocurrido. Los animales les
dijeron que el bosque encantado era el lugar donde ellos estaban a salvo de los
cazadores.
A
cambio de que las niñas no dijesen nada a nadie de la existencia de ese lugar,
los animales les enseñaron ese maravilloso bosque. Hicieron muchas fotos a los
insectos y completaron su colección.
Anocheció
y como ninguna de las tres sabía volver a casa, los amables animales
construyeron un gran nido para que pudieran pasar la noche.
Al
día siguiente decidieron irse del bosque encantado para volver a sus casas. Se
despidieron de los animales y salieron de las cuevas por un hueco diferente por
el que entraron el día anterior.
Caminaron
durante una hora cuando Leire exclamó:
-¡El
río que pasa por el pueblo!¡Es este!
-¡Sigámosle!
– dijo Yaiza contenta
-Esta
noche llegaremos a casa y dormiremos juntas- dijo Nerea
-¡Perfecto!
Exclamaron Leire y Yaiza a la vez.
Caminaron
mucho hasta por la tarde y empezó a oscurecer.
-¡Cuidado
chicas, allí está la cascada! – dijo Leire
- ¿Nos
podemos asomar un poco para verla? – preguntó Nerea
-¡Vamos
allá! – dijo Leire
Pero
cuando se aproximaron a la cascada, un trozo de tierra se precipitó cascada
abajo y las niñas cayeron también.
Justo
en ese momento, las chicas despertaron a la vez en casa de Nerea. Asustada
Leire preguntó:
-¿Habéis
tenido un extraño sueño?
-Sí –
dijo Nerea
Yo
también – comentó Yaiza
-Habíamos
completado nuestra colección! – dijo Leire
- Yo
también he soñado eso! - exclamaron
Nerea y Yaiza a dúo
Conocíamos
a unos animales que hablaban y nos caíamos por la cascada – añadió Yaiza
Las
chicas descubrieron que habían soñado lo mismo y fueron a mirar su colección de
insectos ¡Estaba completa! La foto de la mariposa tigre junto con la de otros
muchos insectos que habían visto en el sueño estaban allí.
No
estaban muy seguras de lo que les había ocurrido pero sabían que no se lo
podían contar a nadie.